Si bien el origen de los buñuelos se remonta a las sociedades moriscas que vivían y dominaban la Península Ibérica en la edad media, es innegable que este bocado forma parte de uno de los más tradicionales y clásicos platos de nuestra gastronomía. De esos que nos cocinaban nuestras abuelas y que lamentablemente se han ido perdiendo con el correr del tiempo, dejando paso a otros quizá más sofisticados. De hecho, yo los tenía prácticamente olvidados.
Pero resulta que hace unos días fui a cenar con un amigo a "Martita", un antiguo bodegón de barrio ubicado en la calle Cochabamba y Colombres esta Ciudad de Buenos Aires. Un lugar que "se come como los Dioses", y que está a la vuelta de la mítica esquina tanguera de San Juan y Boedo.
Los ví en el menú dentro de las entradas ofrecidas... e inmediatamente vinieron a mi esos gratos recuerdos de infancia, que se hicieron más vividos y presentes cuando minutos después pude saborear y dejarme embriagar por el familiar aroma de esta maravilla.
Luego de muchos años de no probarlos, me enamoré nuevamente de ellos, así que decidí hacerlos en casa y compartir la experiencia con ustedes. Espero que les guste tanto como a mí...
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